jueves, 15 de julio de 2010
EB - Bunbury hace de Iggy Pop en Detroit
Nueva entrega del blog de Álvaro Suite, guitarrista del aragonés, en la gira americana de la banda. Escribe desde la ciudad de los Stooges. "Tengo las ganas de escupir que te da una buena chupa de cuero", escribe Álvaro.
Lo primero que me ha sorprendido al bajar del autobús en Detroit ha sido el calor tan brutal que hace, increíble. Además, Sant Andrew´s, la sala donde tocamos, está en una zona donde abundan las alcantarillas humeantes y la desidia; poca marcha un viernes en la ciudad del motor. Poca, o ninguna.
Detroit la ciudad de Aretha Franklin, MC5, The White Stripes, Iggy Pop & The Stooges, y esta noche de Enrique Bunbury & Los Santos Inocentes.
Así que no me importa una mierda lo aburrido que sea todo esto.
Además, estando tan poco tiempo en cada ciudad, no puedo criticar a ninguna de las ciudades que vamos pisando. Habría que vivir un tiempo en Detroit para poder opinar.
Aunque no creo yo que eligiera ésta como ciudad para instalarme.
Bajo tal chaparrón de calor, Robert y yo hemos ido a darnos un garbeo por el downtown a buscar ropa en condiciones y dejar atrás la obsesión por el look rural que nos había entrado durante nuestra estancia en el sur. Recuperar el rock’n roll y las ganas de escupir que te da una buena chupa de cuero. Pero calculamos mal la hora y sólo tenemos tiempo para dar un breve paseo hasta el lago que separa USA de Canadá.
- Joder, qué coñazo con las pruebas de sonido, la comida, la ducha en el hotel, y toda esa jodida organización que no me deja ni buscar una puta chupa en Detroit.
- A ver déjame que piense… Estamos recorriendo USA por carretera, tocando más de lo que nunca soñé, con buena gente, y ganando mogollón de pasta, ¿no Robert?
- Sí.
- A la mierda la chupa, levanta el culo y tira para el bus que tenemos que trabajar.
- Vale, Álvaro.
La sala me recuerda mucho al Apolo de Barcelona, al Apolo de siempre, no esa de ahora en la que tienen como norma la ordinariez de echar al público de un concierto para que entren los discotequeros. Qué cosa tan vergonzosa e inexplicable.
Pero, bueno, a lo que íbamos, la sala tiene ese olor a madera antigua y una barra enorme, techo alto y una gran lámpara en el centro; detalles que le dan al lugar el ambiente idóneo para una noche de rock. Es fácil imaginarte grandes bandas de garaje vomitando electricidad sobre esas tablas. Y es inevitable imaginarte a Iggy donde está Enrique.
El local tiene tres plantas, cada una de ellas con escenario enorme y una PA que ya quisieran otros. Se nota que en esta ciudad se toma en serio esto del rock.
Es en una de estas plantas donde han situado nuestro camerino. Es enorme.
Nada más entrar y ver el escenario no puedo evitar recordar el Cocksucker blues de los Stones, en el que se ve siempre un backline en los camerinos para que los chicos calienten entre loma y loma.
El show ha sido tremendo y ardiente.
He tenido que controlarme varias veces para no chocarme con Enrique o con Robert, o caerme sobre el público; y es que el escenario es bastante más pequeño de lo que recordaba en la prueba.
Qué ganas tenía de un bolo como éste. Y eso que no había más de 200 personas.
Dejamos Detroit con la sensación de que los días pasan volando.
Estamos contentos, satisfechos y listos.
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